Haroldo Dilla Alfonso
Santo Domingo
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No existe la menor intención del Gobierno
cubano de ver a los emigrados como ciudadanos con derechos, afirma el autor de
este artículo
CAFE es el título de una nueva organización
cubano-americana. Significa Cuban/Americans for Engagement, un promisorio
nombre que parece indicar la voluntad de sus sostenedores para involucrarse en
la gestión de acciones y políticas a favor de la comunidad cubana residente en
Estados Unidos.
No conozco muchos detalles de sus propósitos,
ni de cómo se organiza. De una foto en familia junto a un representante
legislativo, se habla de 9 personas, regularmente en sus cuartas décadas de
vida, profesionales, todos blancos, mujeres y hombres. Algunos de ellos son
miembros de familias de la élite insular —política, económica o cultural—,
otros han sido comensales predilectos de las actividades de la Oficina de
Intereses de Cuba en Washington y otros poseen status migratorios lo
suficientemente flexibles como para poder viajar frecuentemente a Cuba y
retornar a Estados Unidos sin contratiempos. Algunas de estas personas han sido
contribuyentes de periódicos digitales donde se han expresado sobre diversos
temas y en ocasiones han abogado a favor de un apoyo crítico a la
“actualización” del General/Presidente, donde, recalco, lo sustantivo es el
apoyo mientas que la crítica es un addendum adjetivo. Entre estos periódicos se
encuentra Cubadebate, el órgano digital del departamento ideológico del Partido
Comunista de Cuba.
CAFE emerge en momentos en que el Gobierno
cubano ha declarado que hará una reforma migratoria y en que intenta reformular
sus relaciones con la comunidad cubana emigrada. Como he anotado en otros
lugares, ello está dirigido a mejorar la imagen externa del régimen político, a
ganar apoyos económicos de los emigrados (remesas e inversiones) para una
“actualización” que hace agua por muchos lugares y articular un lobby anti
embargo/bloqueo que al menos logre levantar la prohibición a los americanos de
viajar a Cuba, un recurso indispensable para el despegue del turismo. No creo
que exista la menor intención del Gobierno cubano de ver a los emigrados como
ciudadanos con derechos. Solo los ve utilitariamente, como remesadores,
pagadores de servicios y probablemente inversionistas.
No sé cuáles son las intenciones más íntimas
de los sostenedores de CAFE, que por el momento no parecen ser muchos, pero
creo que la aparición de esta organización no puede ser sustraída de ese
contexto: a él, al menos en primera instancia, se debe. Y si es así, creo que
CAFE ha venido a ser parte del problema y no de la solución, sencillamente
porque está andando un campo minado con la alegría inepta de un cachorro de
elefante.
El comunicado de CAFE inicia su exposición
argumental relatando una visita a la oficina de un senador cubano-americano
vinculado al Tea Party, y al que dejaron claro que no lo asumían como
representación política. Por lo que la visita debe entenderse como una forma de
explicar a la opinión pública que serán otros congresistas no cubano-americanos
los medios que CAFE utilizará para hacer lobby. Luego visitaron al Departamento
de Estado donde instaron al funcionario que los atendió a adoptar “una
concepción más amplia de los contactos pueblo a pueblo” y evitar concepciones
estrechas que ligan estas estrategias a la subversión política. Todo lo cual
significa un espaldarazo a las políticas de Obama en un tema que obviamente
sobrepasa las relaciones específicas entre las comunidades cubanas a ambos
lados del canal de la Florida.
En lo personal estoy de acuerdo con todo esto,
y con el rechazo a la Ley Helms Burton. Diría que fue un tour político nada
novedoso, pero saludable. Sencillamente no objetable. Los problemas comienzan
en el otro lado de la gestión, cuando los integrantes de CAFE visitaron la
Oficina de Intereses de Cuba en Washington.
Con absoluta transparencia detallan cuatro
puntos tratados con el funcionario que aquí les atendió. Y quien, imagino,
debió haber tenido la entrevista más cómoda de toda su carrera, más placentera
que los bembés de La Colmenita. Pues en verdad lo que los visitantes le dijeron
es lo que todo funcionario cubano siempre quiere oír. Y todo ello a pesar de
que el principal obstáculo para una relación saludable entre las comunidades cubanas
dentro y fuera de la Isla, es la política antinacional, excluyente y
discriminatoria del Gobierno cubano.
Veamos los cuatro planteamientos según CAFÉ:
1. una apertura del Gobierno cubano a las
inversiones de cubano-americanos en los sectores de pequeña y mediana
propiedad. Totalmente música celestial, a lo que al final se puede decir que si
no se hace es por culpa del embargo.
2. La eliminación de las restricciones de
viaje a la Isla impuestas a grupos sociales específicos, entre ellos los
balseros, y médicos que han abandonado misiones en el exterior. Parcialmente
música celestial: lo de los médicos quedaría para una meditación más profunda
en el futuro.
3) El precio excesivo de trámites de
pasaporte, permiso de salida y viajes que encarecen abusivamente la posibilidad
de una relación más activa entre la comunidad cubana en el exterior y la Isla.
Más música celestial. Obsérvese que ni siquiera se objeta el permiso de salida,
por lo que según CAFE los cubanos deben pagar menos por la violación de su derecho
al libre tránsito.
4. Un llamado a la eliminación de los
prejuicios existentes hacia los cubano-americanos que dificultan una relación
mas activa entre éstos y las instituciones de la Isla, en áreas como el
intercambio académico, educacional y cultural. Todo un concierto de música
celestial.
Lo planteado por CAFE, cualquiera que sea la
buena motivación de sus sostenedores, está a muchas leguas de distancia de todo
lo que es importante en este campo. Lo está de los problemas reales que exigen
una solución integral inseparable del reconocimiento de plenos derechos de
tránsito a los cubanos de todos los lados. Lo está de los documentos
diagnósticos más avanzados emitidos por instituciones, un ejemplo de lo cual es
el contundente informe “La diáspora cubana en el siglo XXI” del CRI-FIU. Y lo
que pudiera ser aún más paradójico, lo está posiblemente de las propias
decisiones del Gobierno cubano en su intento lampedusiano para cambiar algunas
normas migratorias.
Creo que, al margen de enfoques políticos
particulares, nada es plausible en la relación del Gobierno cubano con la
emigración si no aborda la cuestión clave de los principios de ciudadanía que
establecen el derecho de todo cubano a viajar libremente y a regresar a su país
de nacimiento, al menos que haga renuncia expresa a la nacionalidad cubana. Es
un tema denso y lleno de resentimientos de ambas partes y por eso creo
aceptable la idea de un cronograma explícito que produzca una reconstrucción
gradual ciudadana en este campo, pero dejando claro para todos las metas, los
plazos y los compromisos.
No es ni política, ni moralmente aceptable
confundir nuestros derechos ciudadanos con la rebaja de aranceles o con la
posibilidad de un empresario de invertir en la economía cubana. Admitir,
siquiera por omisión, que el Gobierno cubano usa el tema migratorio como un
mecanismo de control político; y que desde él reparte castigos muy dolorosos y
recompensas mezquinas, es francamente imperdonable.
Creo que los sostenedores de CAFE se han
colocado de la peor manera en un tema muy complicado. Vale la pena que mediten
sobre el futuro complejo de un gran espacio transnacional (no es de otra
manera) que se llama sociedad cubana.
Realmente lo necesitamos.
© cubaencuentro.com
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