Declaramos que la libertad de expresión, el flujo amplio y tolerante de ideas y el uso libre de los medios y expresiones de la comunicación social y la cultura de todos los ciudadanos es un derecho inalienable que pertenece a todos por igual.

lunes, 30 de abril de 2012

Carta abierta del Observatorio Cubano de Derechos Humanos a la Conferencia de Obispos Católicos


El amor todo lo espera… de ustedes también

Carta abierta del Observatorio Cubano de Derechos Humanos a la Conferencia de Obispos Católicos en el 400 aniversario de la Patrona de Cuba

Queridos obispos cubanos, a ustedes y a los miles de sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos católicos, dirigimos este mensaje, en este Cuatrocientos Aniversario de la aparición de la imagen de la Santa Patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad:
La sociedad y la Iglesia Católica cubana viven un momento de definiciones cruciales en su relación centenaria. Ante ambas se abren caminos que pueden recorrerse juntos, o bifurcarse si cualquiera de las dos extravía el rumbo.
Las claves para tomar el mejor sendero siguen siendo las contenidas en el mensaje “El amor todo lo espera” que emitieran Uds. mismos en septiembre de 1993. Aquel histórico documento, que mantiene plena vigencia a casi dos décadas de haberse hecho público, se expresaba en términos que parecen retratar lo que hoy todavía vivimos:
La gravedad de la situación económica de Cuba tiene también implicaciones políticas, pues lo político y lo económico están en estrecha relación.
Nos parece que, en la vida del país junto a ciertos cambios económicos que comienzan a ponerse en práctica, deberían erradicarse algunas políticas irritantes, lo cual produciría un alivio indiscutible y una fuente de esperanza en el alma nacional:
1. El carácter excluyente y omnipresente de la ideología oficial, que conlleva la identificación de términos que no pueden ser unívocos, tales como: Patria y socialismo, Estado y Gobierno, autoridad y poder, legalidad y moralidad, cubano y revolucionario. Este papel, centralista y abarcador de la ideología produce una sensación de cansancio ante las repetidas orientaciones y consignas.
2. Las limitaciones impuestas, no sólo al ejercicio de ciertas libertades, lo cual podría ser admisible coyunturalmente, sino a la libertad misma. Un cambio sustancial de esta actitud garantizaría, entre otras cosas, la administración de una justicia independiente lo cual nos encaminaría, sobre bases estables, hacia la consolidación de un estado de pleno derecho.
3. El excesivo control de los Órganos de Seguridad del Estado que llega a veces, incluso, hasta la vida estrictamente privada de las personas. Así se explica ese miedo que no se sabe bien a qué cosa es, pero se siente, como inducido bajo un velo de inasibilidad.
4. El alto número de prisioneros por acciones que podrían despenalizarse unas y reconsiderarse otras, de modo que se pusiera en libertad a muchos que cumplen condenas por motivos económicos, políticos u otros similares.
5. La discriminación por razón de ideas filosóficas, políticas o de credo religioso, cuya efectiva eliminación favorecería la participación de todos los cubanos sin distinción en la vida del país.
Y como lo expresó nuestro Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC): “La Iglesia Católica en Cuba ha hecho una clara opción por la seriedad y la serenidad en el tratamiento de las cuestiones, por el diálogo directo y franco con las autoridades de la nación, por el no empleo de las declaraciones que puedan servir a la propaganda en uno u otro sentido y por mantener una doble y exigente fidelidad: a la Iglesia y a la Patria. A esto se debe, en parte, el silencio, que ciertamente no ha sido total, de la Iglesia, tanto en Cuba como de cara al Continente, en estos últimos 25 años. Los Obispos de Cuba, conscientes de vivir una etapa histórica de singular trascendencia, han ejercido su sagrado magisterio con el tacto y la delicadeza que requería la situación” (Nos. 129 y 168b), pero un sano realismo implica la aceptación de dejarnos interpelar a nosotros mismos, lo cual puede no gustar, pero puede, también, llevarnos a las raíces de los problemas a fin de aliviar la situación de nuestro pueblo.
Queridos obispos cubanos:
Fueron ustedes los que acertadamente nos recordaron que el camino a seguir era el diálogo entre cubanos y definieron con claridad el tipo de interlocución que se requería cuando afirmaron:
Un diálogo con interlocutores responsables y libres y no con quienes antes de hablar ya sabemos lo que van a decir y, antes de que uno termine, ya tienen elaborada la respuesta, de los que uno a veces sospecha que piensan igual que nosotros, pero no son sinceros o no se sienten autorizados para serio.
Después de casi seis años de haber sido sustituido por enfermedad el que fuera jefe del Estado por casi cuarenta y siete años, las expectativas de reformas estructurales y de concepto que fueron prometidas, distan mucho de estar a la altura de la crisis que enfrenta hoy la sociedad. Ésta —y al parecer la propia Iglesia— se escinde entre aquellos que creen que todo llegará a su hora, fruto de la paciencia, y los que, agobiados por la creciente pobreza y la permanente falta de libertades básicas, han emprendido el camino de la protesta e incluso de la resistencia. A este grupo no se le ha respondido con un diálogo respetuoso, no se han escuchado sus inquietudes y propuestas, sino que se le ha acallado con una creciente ola de represalias policiales. Sin embargo, como ustedes bien proclamaron en 1993: Con la fuerza se puede ganar a un adversario, pero se pierde un amigo, y es mejor un amigo al lado que un adversario en el suelo.
La ausencia hoy de un diálogo nacional abierto, incluyente y sin otra cortapisa que la civilidad, nos arrastra al abismo de un nuevo ciclo de exclusión, de violencia nacional como opción desesperada para imponer un futuro que ya vendría nuevamente marcado por el odio. Como ustedes sabiamente indicaron el odio no es una fuerza constructiva.
Es sabido que al diálogo siempre se opondrán los que se benefician del actual estado de cosas. Ustedes lo dijeron valientemente hace casi dos décadas:
Sabemos bien que no faltan, dentro y fuera de Cuba, quienes se niegan al diálogo porque el resentimiento acumulado es muy grande o por no ceder en el orgullo de sus posiciones o, también, porque son usufructuarios de esta situación nuestra, pero pensamos que rechazar el diálogo es perder el derecho a expresar la propia opinión y aceptar el diálogo es una posibilidad de contribuir a la comprensión entre todos los cubanos para construir un futuro digno y pacífico.
Pero en 1993 ustedes dijeron mucho más:
Hacemos un apremiante llamado a nuestro pueblo para que no sucumba a la peligrosa tentación de la violencia que podría generar males mayores. Y agregaron con prístina clarividencia:
Pero es necesario también que nos preguntemos serenamente en qué medida la intolerancia, la vigilancia habitual, la represión, van acumulando una reserva de sentimientos de agresividad en el ánimo de mucha gente, dispuesta a saltar al menor estímulo exterior. Con más medidas punitivas no se va a lograr otra cosa que aumentar el número de los transgresores, esto lo saben muy bien los padres de familia. Es muy discutible el valor del castigo para humanizar, sobre todo cuando este rigor se ejerce en el ámbito de la simple expresión de las convicciones políticas de los ciudadanos. Queremos, pues, dirigir también un insistente llamado a todas las instancias del orden público para que no cedan tampoco ellos a los falsos reclamos de la violencia.
¿Cuál fue entonces el punto, queridos obispos, en que algunos líderes y voceros de la jerarquía católica extraviaron el sendero? ¿Cómo pudo ocurrir que cargados de las mejores intenciones esas figuras cimeras de la Iglesia asuman en la actualidad una lógica y retórica complacientes que los aleja cada vez más de la prédica de Cristo y de ese llamado a nuestra conciencias que hicieran todos ustedes en 1993? ¿Cuándo decidió la Conferencia de Obispos autorizar al Cardenal, hablando y actuando prácticamente en nombre de toda la Iglesia, a tomar distancia de la prédica en favor del diálogo respetuoso e incluyente y asumir la retórica del poder, siempre pletórica de descalificaciones de todo tipo? ¿Pueden acaso esperar que la sociedad cubana siga sus consejos y pautas cuando ustedes no ejercen la corrección fraterna con quienes se alejan de ellos entre ustedes mismos?
La lógica de pactar la cooperación con un poder abusivo con la intención de contener sus desmanes y conducirlo al buen camino puede ser, seguramente está bien intencionada, y sin duda puede permitir que se alcancen concesiones beneficiosas. Pero compromete —por razones de principio y por su limitado perspectiva— el testimonio de dignidad y credibilidad de una institución cuya lógica no puede ser política, sino la del amor. La Iglesia no puede permitirse el lujo de hacer pactos —de jure o de facto— que, guiados por una lógica de intereses o de poder, se realicen a expensas de su compromiso con la lógica del amor.
Nadie niega, y a todos nos regocijan, los avances obtenidos en la aceptación del papel social de la iglesia, frente a la exclusión por motivos religiosos, desde que se diera a conocer “El amor todo lo espera” hasta nuestros días. Ninguno fue una dádiva, todos son avances justos —aunque todavía distan de estar a la altura plena de las circunstancias—, y a ellos contribuyeron en no poca medida la visita del Papa Juan Pablo II, en 1998, y la más reciente de Benedicto XVI. Pero de nada valdrían esos pasos, u otros que pudieran darse, si el precio a pagar fuese el extravío de la misión esencial cristiana. Si se ha avanzado en el derecho a la libertad religiosa por no exclusión de los que tienen dichas creencias, en la nación se ha recrudecido la represión y exclusión de aquellos que no profesan la ideología oficial y se expresan frente a los abusos de un poder que no se somete a un estado de derecho ni permite libertades básicas de conciencia, expresión, reunión y asociación. Errado es el camino de intentar preservar lo logrado a favor de un grupo de víctimas, si el precio es la complicidad ante los abusos que se imponen a otras.
Las declaraciones del Cardenal Jaime Ortega Alamino en su presentación en la Universidad de Harvard han sido deplorables. Su doble mención, discriminatoria una, de infidencia la otra, fue éticamente inaceptable y carente de prudencia. En efecto, Mons. Agustín Román ya no está entre nosotros para aclarar o rechazar sus afirmaciones; y su juicio sobre la pretendida condición psíquica, jurídica y moral de compatriotas que ocuparon pacíficamente una iglesia en señal de protesta y fueron desalojados, si no con violencia dentro del templo, sí con recurso a la fuerza del brazo secular, fue cuando menos, temerario, improcedente. Cualquiera puede tener un mejor o peor momento al expresar una idea, pero el contenido, tono y actitud del Cardenal en esta ocasión ha develado cuánto se puede haber alejado de la lógica del mensaje medular que en 1993 emitiera la Conferencia de Obispos Católicos. Ha dejado injustamente mal parada a la institución que le corresponde representar, y a obispos, curas, monjas y laicos que de forma silente y abnegada han servido al pueblo todos estos años y han intentado protegerlo frente a abusos muy diversos a riesgo de no pocos peligros personales.
Los que suscribimos esta carta queremos, no obstante, llamar a la cordura a quienes hoy pudieran ceder a la tentación de dejarse arrastrar por el legitimo sentimiento de profundo agravio que las palabras del Cardenal Ortega han provocado. Él tendrá que responder ante Dios por sus actos y palabras. Pero con serena firmeza esperamos de los obispos, sacerdotes, religioso(a)s, laicos cubanos, y de las autoridades del Vaticano, que den muestras de renovado discernimiento, que ponga definitivamente coto a este tipo de manifestaciones y aseguren que la Iglesia Católica Cubana sea consecuente con el compromiso que hizo, según sus propias palabras no por casualidad, en septiembre de 1993. El Cuatrocientos Aniversario de la aparición de la imagen de la Virgen de la Caridad está llamado a recordarse como el año de la consolidación del compromiso eclesial con su pueblo, sobre la base de las prédicas de Cristo y no como un dato estadístico significativo en la asistencia a procesiones.
No hay mejores palabras para cerrar este urgente mensaje que las empleadas por ustedes mismos en el de 1993:
Hemos pedido al Señor dirigir este mensaje en su lenguaje de amor, sin lastimar a ninguna persona, aunque cuestionemos sus ideas en diversos aspectos, porque de lo contrario Dios no bendeciría el humilde servicio que queremos prestar a cuantos libremente quieran servirse de él.
Al igual que en 1993 la Iglesia supo descifrar las angustias de la sociedad cubana, deseamos y esperamos que hoy preste oídos a este reclamo… antes de que sea demasiado tarde.
Observatorio Cubano de Derechos Humanos

viernes, 13 de abril de 2012

Carta abierta a Camilla Vallejo





 Camila:
Usted es portavoz de un grupo grande de personas que confían en su integridad y tiene con ellos una enorme responsabilidad, el de haber contraído un compromiso con la verdad y la transparencia. En nombre de esos jóvenes que representa y ya que usted sí goza del privilegio de expresar su opinión libremente, le suplico que se informe con objetividad.
Los coches lanza agua, los gases lacrimógenos y demás maquinaria represiva a las que usted está acostumbrada, no son la única forma de represión que existe. En Cuba se aplican otros métodos, en gran medida porque no va dirigida a una muchedumbre que se manifiesta en plena calle y que además responde con violencia, quizás justificada, ante la agresión. Aquí la represión va dirigida principalmente a grupos defensores de los derechos humanos, periodistas independientes, activistas políticos, blogueros, artistas e intelectuales, todas personas de ideas, de ideas incómodas para el sistema, pero de ideas. Personas pacíficas que, hasta la fecha, no han realizado ningún acto público que se asemeje a lo que usted ha experimentado, entre otras cosas, porque no tienen ese derecho. Y es ese, el acto de manifestarse a plenitud en las calles, el mayor temor que mueve al sistema represivo en mi país. Estas personas de las que le hablo son acusadas, en su mayoría, de servir a los intereses de los Estados Unidos. Constituye este el gran argumento acusatorio que esgrime nuestro gobierno y de esa manera se atribuye el derecho de, y le ruego  no se  aburra: intervenir los teléfonos, escuchar llamadas y suspender el servicio de móviles y líneas privadas a su antojo; perseguir hasta la demencia, con agentes uniformados y vestidos de civil, todos los movimientos de su vida privada y pública; intervenir el correo electrónico, regular todo contacto con extranjeros dentro y fuera de Cuba; detener a menudo a la fuerza, encerrar sin acusación por días enteros, en muchos casos sin informar a los familiares; coordinar y alentar turbas civiles para agredir, física y verbalmente a personas violando los más elementales derechos humanos. Así funciona la represión en Cuba.
Todas estas medidas fueron aplicadas en un día, aproximadamente a unas 300 personas durante la visita del Papa Benedicto XVI, acusadas de agitación sin ninguna evidencia. Lo sé de primera mano porque fui uno más de los secuestrados por las autoridades, que desde hace un tiempo atrás me vienen aplicando este tipo de acoso enfermizo. Soy cineasta y mi único delito ha sido ser radicalmente honesto en mis principios y criterios e intentar realizar un documental sobre el grupo de punk contestatario Porno para Ricardo. Eso ha sido suficiente crimen para que se me persiga y se me hostigue hasta el punto del secuestro, y recibir amenazas de privación de libertad por parte de oficiales de la Seguridad del Estado durante mi detención. Como era de esperarse, también fui acusado de actuar en nombre de los intereses de los Estados Unidos, cosa que reto públicamente a demostrar.
 Le recuerdo que la organización de jóvenes comunistas de Cuba, por la que usted ha sido invitada a nuestro país, no es una organización independiente como la suya. Al contrario, es una organización creada por el gobierno cubano para representar sus intereses y también, como es de esperarse, las organizaciones estudiantiles comunistas, son las únicas que tiene permiso para existir en Cuba. Así mismo ocurre con todas las organizaciones sociales que gozan el reconocimiento del Estado, sean obreras, campesinas, tanto intelectuales y culturales como regionales y comunitarias, todas creadas por el Partido Comunista y todas de carácter excluyente. Cuando escucha en sus debates, sus opiniones y visiones, críticas sobre nuestra realidad, en verdad está escuchando la opinión del Partido Comunista, opiniones y críticas permitidas y complacientes. Si quiere objetividad, ahí no la va a encontrar.
Espero que comparta la sospecha conmigo de lo extraño que resulta que en toda Cuba no exista un solo movimiento popular que discrepe, aunque sea en un par de aspectos, abiertamente  del gobierno. Ni un grupo estudiantil, de trabajadores de ningún sector de la economía, ni de intelectuales y artistas. De campesinos y obreros, representantes de comunidades, líderes  religiosos. De madres indignadas, despedidos en masa, pensionados miserables, ni siquiera de clientes insatisfechos. No ha existido un solo grupo con reclamos auténticos en 53 años de proceso “revolucionario”, cero manifestaciones legítimas en más de medio siglo, y casi ninguna persona suficientemente elevada moral y éticamente para cuestionar al gobierno. Y eso es muy raro, al menos para el género humano, tan exigente e inconforme por naturaleza. Las únicas excepciones a esta regla, aquellos que sí han luchado por las injusticias reales de este sistema, han sido, invariablemente acusadas de colaborar, actuar en su nombre, de ser asalariados de los Estados Unidos y desacreditados públicamente y con saña en los medios masivos, todos por cierto propiedad del gobierno. Créame que es imposible tanta coincidencia, particularmente en un país donde se viven tantas carencias de todo tipo, tanto de libertades personales, como económicas y espirituales. Algún reclamo auténtico debe haber.
 Las demandas que se hacen desde el delicado margen de la disidencia no son aspectos que tocan a un solo sector social sino a todos los cubanos. Y hablan de la libertad de viajar fuera de nuestro país sin requerir un permiso especial por parte del gobierno. De permanecer en el extranjero más de 11 meses sin caer en la categoría de “quedado” y perder nuestra nacionalidad y nuestras propiedades. De tener libre acceso a internet y gozar, a la par del gobierno, del acceso a la información noticiosa de nuestra preferencia. Del derecho a la privacidad y a la participación social en todos los niveles sin condicionantes ideológicas. De poder asociarnos y tener una opinión política abierta, sea la que sea, y de que no se encarcele a nadie por su pensamiento. Podría seguir, pero pretendo ser breve. Como ve, no son nimiedades, son todos derechos fundamentales del ser humano y que no dudo, usted y los jóvenes de su país, sí disfrutan.
 Le recuerdo también que detrás del rostro amable y preocupado de la Revolución Cubana, se esconde una dictadura militar en su más estricta definición. La resistencia durante las sangrientas dictaduras del pueblo chileno y argentino han sido y son un ejemplo para todos los cubanos, de lucha, de integridad y de valor ante la injusticia. Los atropellos de los que somos víctimas actualmente en Cuba, también ocurrieron en su país y son considerados una abominación y condenados en estos días de democracia por muchos sectores, precisamente por haberlos sufrido en carne propia. Justificarlos sería muy irresponsable. Todos conocemos los horrores a los que fueron sometidos estos pueblos en las décadas de los 70 y 80, pero muy poco se conoce en el mundo el historial represivo de esta “Revolución” que persiguió a los religiosos de todas las creencias, se ensañó con furia con los homosexuales hasta llegar a excluirlos de sus ocupaciones, golpearlos y encarcelarlos. Persiguió a todo aquel que escuchara una música extraña o tuviera gustos no comprendidos por el esquema de la época, acusados de “diversionismo ideológico”. Recogió, encarceló, procesó y deportó a sus provincias de origen a miles de cubanos por el infame delito de visitar la capital de su país. Miles fueron despojados de su vida en purgas colectivas acusados de cualquier cargo de moda donde usted podía ser culpable de tener “una risa pequeño burguesa”, “una conducta impropia” o un “pariente quedado” y así ha sido desde los primeros años este proceso revolucionario, cuando fue respaldado por miles de cubanos llenos de esperanzas, que se fueron diluyendo entre torpezas y decisiones arbitrarias.
Aún existe una fascinación incondicional por la Revolución Cubana en Latinoamérica, en gran medida por el desconocimiento de nuestra realidad, gracias a que los medios de denuncia han sido eficientemente silenciados a lo largo de todos estos años, tal vez por la generosa actitud con la que se muestra hacia fuera el gobierno de Cuba. He notado la tendencia a idealizar nuestro sistema, quizás porque durante los años que ustedes vivieron bajo la represión fueron perseguidos por ideas que parecían materializarse aquí, creando tal vez una ilusión romántica de justicia. Pero sepa también que esta dictadura encuentra crédito y se justifica con esas complicidades ante su pueblo, y es certificado de credibilidad la inocencia ciega con la que muchos apoyan a este gobierno, sin cuestionamientos esenciales, sin que prime la verdad.
Así que le pido, no se deje engatusar por las caras sonrientes y pregunte. Pregunte por la UMAP, por la parametración, por los ”actos de repudio” de ayer y por los de hoy, por las brigadas de acción rápida y la condición abiertamente declarada de “vigilantes” de los CDR y sus siniestras “verificaciones”, con menos glamour televisivo pero con igual costo humano. Y ya que quizás a usted sí le den alguna respuesta, pregunte por favor, por el hombre desesperado que gritó solo, no en una manifestación, sino solo, un par de opiniones en la misa que ofició el Papa en Santiago de Cuba y que fue golpeado a puños limpios, no con agua, desaparecido y hasta el sol de hoy nadie sabe dónde está. Y cuando tenga algunas respuestas, acudiendo a su criterio, pregúntese, por mí y por los millones de cubanos que queremos saber, si las cosas no podían haber sido de otro modo.
Ismael de Diego
La Habana, 06/Abril/2012
Foto: Camila Vallejo, autor TobiasK.

En la patria verdadera


 

El obispo Agustín Román (segundo desde la der.) y el arzobispo de Miami John C. Favarola en la Ermita de la Caridad, en el 2007.
El obispo Agustín Román (segundo desde la der.) y el arzobispo de Miami John C. Favarola en la Ermita de la Caridad, en el 2007.
PEDRO PORTAL / PEDRO PORTAL
Qué fecha más hermosa e indicada para partir hacia la patria, que no es Cuba, sino la casa del Padre, la que se le otorgó a Monseñor Agustín Román: Miércoles de la Octava de Pascua, cuando celebramos con inmenso júbilo la Resurrección del Señor, que se extiende desde el 8 de abril por toda la semana, como si fuera un solo domingo. No es para menos. ¡El Señor Resucitó! ¿Muerto, Mons. Román? No, no está muerto, está vivo. Y por eso en lugar de lágrimas y lamentos, los cubanos del exilio debemos dar gracias, porque Cristo Resucitado vino a su encuentro, y él estaba listo, libre de miedo para dejarse encontrar por Él, a quien le entregó toda su vida lleno de amor y esperanza, porque cumplía su misión, a la que había sido llamado desde muy joven. El lema de su sacerdocio –“¡Ay de mí si no evangelizo!”–, que lo vivió hasta el último suspiro, fue su vida misma. Mons. Román fue un evangelio vivo.
En la Resurrección de Jesucristo, está el centro de nuestra fe cristiana y de nuestra salvación, ya que “si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe” (Primera Carta de San Pablo a los Corintios 15,14). ¿Comprendemos esto bien? ¿Esto de lo que no se habla –la muerte, la otra vida, la salvación o la maldición–, pero que está en el corazón del catolicismo?
No hablaré aquí de la vida y el legado maravilloso que nos deja nuestro querido pastor del exilio cubano. Sólo quiero mencionar que entre sus muchas obras está la Ermita de la Caridad, que bien sabemos que, construida centavo a centavo recolectado por Mons. Román al exilio histórico, es hoy considerada uno de los mayores santuarios marianos de Estados Unidos. Y eso no obedece al tamaño del edificio, sino a la cantidad de peregrinos que acuden a él. Más: la Patrona de Cuba, por obra y gracia de esta prolongada diáspora cubana y las subsecuentes llegadas de inmigrantes de otros países al Sur de la Florida, está considerada hoy como la patrona de los inmigrantes en este país. Esto es de una importancia espiritual y simbólica enorme.
Mons. Román, excepcional misionero cubano, arrojado de su patria por los comunistas ateos, que supo con humildad y ternura seguir su vocación a la evangelización –¡y cómo!– sin descanso, “contento, siempre contento”, como decía un sacerdote que él admiraba y citaba, el padre Alberto Hurtado, jesuita, nacido en el país al que Mons. Román también fue de misionero en los años 60, Chile, tierra amable. Cierto, también tenía días de tristeza y angustia por no poder ver el mayor de sus sueños realizado, la libertad de Cuba. Una vida de destierro, amor y la larga esperanza del regreso a la patria. No pudo ser. Como no pudo regresar el padre Félix Varela. ¿Es parte de nuestro designio como pueblo?
Hay algo de redentor en todo este sufrimiento, allá en Cuba y aquí en la diáspora. Al estar dispersos, hemos sido elegidos, dice la Primera Carta de San Pedro. Ya sabemos que ser elegido de Dios no está exento de sufrimientos, todo lo contrario, ser profético cuesta. De acuerdo a la teóloga cubanoamericana Alicia Marill “es posible que para los que vivimos la experiencia de exilio este concepto nos parezca contradictorio, paradójico. En realidad es semejante al evento pascual de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Esa Primera Carta de Pedro el apóstol afirma que Dios “por su gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para vivir en esperanza”(I P.,1,3).
Hoy Mons. Román ha llegado, al fin, a su verdadera patria. No más despedidas, no más nostalgias ni desarraigos ni espera de regreso. Ante nuestros ojos, en la Ermita de la Caridad tenemos un cadáver amado, ante el cual lloramos, pero recuerden, cristianos, él no está ahí, se fue con Cristo el Resucitado.
Tomado de El Nuevo Herald, viernes 13 de abril de 2012

Read more here: http://www.elnuevoherald.com/2012/04/13/1176956/dora-amador-en-la-patria-verdadera.html#storylink=cpy

FELATRACCS CONVOCA A CONGRESO ORDINARIO


Lima, 4 de abril del 2012

Compañeros
Unión de Trabajadores Cubanos de la Comunicación Social y la Cultura (UTC-CSC)  
CUBA.-
 
De nuestra mayor consideración:
 
Tenemos a bien dirigirnos a usted con el objeto de convocarle a Congreso Ordinario de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Cultura y Comunicación Social (FELATRACCS), que se realizará en Ciudad de Panamá, Panamá, durante los días viernes 10 y sábado 11 de agosto del año en curso.
 
La agenda de trabajo contempla los siguientes puntos:
1.- Informe de gestión gremial correspondiente al periodo 2008-2012
2.- Los trabajadores de la cultura y la comunicación social de América Latina- Caribe en el nuevo contexto mundial.
3.- El trabajo autónomo, empleo, subempleo y acción sindical en América Latina y el Caribe
4.- Libertad de Expresión y el derecho de los pueblos a la información
5.- El humanismo integral y su trascendencia en el mundo del trabajo
6.- Plan de Desarrollo Estratégico de FELATRACCS 2012-2016
7.- Elección del Comité Ejecutivo correspondiente al periodo 2012-2016
8.- Resoluciones y asuntos varios
 
La Comisión Organizadora ha previsto alojamiento, alimentación y material de trabajo durante los días del Congreso. Las organizaciones de base deberán atender los gastos de transporte aéreo, ida y vuelta, de sus delegados. Sobre este último particular, agradeceremos que para efectos de reserva de hospedaje se sirva confirmar su participación a más tardar el 15 de mayo, señalando aerolínea y número de vuelo de arribo a Panamá.
 
En caso de requerir visado para ingresar a Panamá sírvase indicárnoslo con la debida antelación a fin de hacerle llegar la documentación necesaria para el trámite ante la entidad consular de Panamá en su país.
En los próximos días le haremos llegar por esta vía detalles logísticos referidos al alojamiento, traslados aeropuerto-hotel-aeropuerto y otros de interés.
 
La ocasión es propicia para expresarle las muestras de nuestra consideración y deferente estima.
 
Fraternalmente,
 

Omar PlainiSecretario General FELATRACCS

 
Roberto Mejía AlarcónPresidente FELATRACCS