Miriam Leiva.
La Habana 16/Marzo/2012
El papa Benedicto XVI
realizará una peregrinación pastoral a Cuba con el propósito de revivir la fe y
contribuir a la búsqueda de la verdad. Del 26 al 28 de marzo seguramente
ahondará en los mensajes de unidad, amor y reconciliación con los que la imagen
de la Virgen de la Caridad del Cobre congregó a millones de cubanos de un
extremo a otro durante más de un año de recorrido.
La fecha es muy oportuna.
En Cuba muchos acontecimientos significativos ocurrieron este mes: la creación
por José Martí en Nueva York del periódico Patria (14 de marzo de 1992),
para apoyar la unidad en la lucha por la independencia a través del Partido
Revolucionario Cubano, surgido el mes siguiente; el golpe de Estado de
Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, que comenzó la etapa de
confrontación entre cubanos hasta nuestros días; la represión, los días 18, 19
y 20 de marzo de 2003, que encarceló a pacíficas personas esforzadas por
contribuir con sus opiniones al progreso del país, condenados, en juicios
sumarísimos y sin garantías procesales, a penas de hasta 28 años de prisión.
Sin embargo, actualmente se atraviesa una etapa urgida de cambios en lo que
concuerda la inmensa mayoría de la población, de cuya voluntad constructiva
dependen.
El heredero de Pedro
llevará a cabo una visita pastoral, que iniciará con una misa en la plaza de
Santiago de Cuba y la peregrinación al Santuario de la Virgen de la Caridad del
Cobre, en el Año Jubilar por el 400 aniversario del encuentro de la Patrona de
Cuba. José Martí acogerá en su regazo una actividad no política, cuando
Benedicto XVI oficie la misa en la plaza de La Habana.
Los cubanos desplegaron su
autodeterminación al participar por decisión propia y entusiasta en las
procesiones de la Virgen Mambisa. Los católicos han sido acompañados con
respeto y alegría hasta por muchos no creyentes, impulsados por ese sentimiento
desconocido que los elevó como personas. Comenzó un proceso que transcurre con
la ampliación del diminuto espacio a disposición de la Iglesia Católica para
cumplir su misión evangelizadora y de altruista asistencia a los ancianos,
enfermos y necesitados, pero simultáneamente de ayuda a la recuperación de los
valores morales y éticos indispensables para actuar como ciudadanos
responsables y laboriosos, a fin de cumplimentar los deberes sociales
fundamentales hacia nuestra patria.
La represión, las
delaciones y la revancha acendradas en los últimos 53 años han erosionado la
sociedad hundida progresivamente en la miseria y desilusionada de las promesas
incumplidas por el Gobierno, sin que se avizore la salida a la crisis general y
la posibilidad de un futuro próspero. Todo ello encuentra nefasto cauce en las
reacciones agresivas y desproporcionadas de la vida cotidiana, ya sea en un
ómnibus repleto después de larga espera, en la violencia doméstica debido a las
preocupaciones por no saber cómo resolver las necesidades hogareñas, las ansias
de obtener el permiso de salida (la tarjeta blanca), o la recurrencia al
alcohol como medio de escape. Los cubanos están realmente crispados, y las
explosiones no son la solución, sino la agravación probable de los problemas.
Ni Benedicto XVI ni nadie
puede resolver las inmensas dificultades de los cubanos. Somos nosotros quienes
tenemos que hacer nuestro presente para tener un futuro digno. Tampoco puede
calificarse la visita como respaldo al régimen totalitario, pues eso sería un
craso error. En todo caso es un gran apoyo a la Iglesia Católica Cubana y la
asistencia al pueblo de Cuba para que busque el camino de fe y se encuentre
como persona única y como ser social, comprometido con su familia, sus
conciudadanos y su patria. Nadie puede arrogarse el derecho de utilizar las iglesias
o los sitios donde estará y las misas que oficiará el Santo Padre para efectuar
actividades políticas de ningún tipo, con fines de protagonismo o de atracción
a los medios de prensa, pues serían acciones irresponsables y
contraproducentes. Si se va a las iglesias es para participar en misa y orar,
respetando el templo y a quienes asisten con esos lógicos propósitos. Además,
seguramente sería mal visto por todos los compatriotas, que tradicionalmente se
comportan como anfitriones amables.
Los cubanos todos, de ambas
riberas del Estrecho de la Florida, de Europa, de América Latina y quizás de
otros sitios más lejanos, tendremos la dicha de reencontrarnos gracias a la
oportunidad que nos brinda el sucesor de Pedro, o sea Piedra que edifica y
cuida las ovejas de Dios. Las aguas del Caribe no deben ser agitadas tampoco
por criterios estrechos contrarios a la reconciliación de todos los cubanos.
Por suerte son mayores los motivos que nos unen. El anciano y enfermo Benedicto
XVI seguramente será acogido por cientos de miles de cubanos, con el mayor
respeto y admiración tanto por su condición religiosa como por su esfuerzo, sus
consejos y deferencia.
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