Por: Oscar Espinosa Chepe
La Primera
Conferencia del Partido Comunista de Cuba se efectuará el próximo 28 de enero.
A pocos días de celebrarse este evento,
si algo la caracteriza es el
total desinterés de la población
por sus resultados. Hasta los medios de prensa oficiales, incluido el periódico
Granma, prácticamente no aluden al conclave,
quizás como indicación de lo poco
que cabe aguardar de sus debates.
La reacción del
pueblo denota el cansancio ocasionado por tanto tiempo de promesas incumplidas
y la lentitud en la ejecución de los cambios económicos urgentemente
requeridos. Aplicados, adicionalmente,
con insuficiencias, limitaciones y
cortapisas, que han impedido brindar los
beneficios esperados, como se ha visto en los casos del cuentapromismo y la
entrega en usufructo de tierras ociosas.
Además, el proyecto
de documento base para la Conferencia, vendido a la población semanas atrás,
repite las consignas de que el PCC
representa la vanguardia de la sociedad como partido único de la nación cubana,
manteniendo una supuesta condición de organización marxista, leninista y
martiana, con la gastada manipulación de tratar de mezclar incompatibles concepciones; las primeras
basadas en la promoción del enfrentamiento clasista, la intolerancia y el
totalitarismo, y la del Apóstol edificada para obtener la libertad y
emancipación de los pueblos, y discrepante de la lucha de clases, cuestión que
expuso con claridad en su respetuosa crónica a la muerte de Carlos Marx. .
En el Tercer Pleno
del Comité Central del PCC, ocurrido el 22 de diciembre pasado, se informó que
el proyecto se discutió en más de 65 000 reuniones de los núcleos del partido y
comités de base de la Unión de Jóvenes Comunistas, y como resultado de los debates efectuados
fueron modificados 78 de los 96 objetivos trazados en el documento base, incorporándose otros 5; sin explicar, por lo
menos, en qué consisten esos cambios. El
PCC es una organización que monopoliza el poder en Cuba, y con sus decisiones-
aunque sean de carácter interno- afectan
la existencia de todos los ciudadanos de una forma u otra.
Prevalece la
opinión de que en la Conferencia el partido no reconocerá los enormes errores
cometidos durante decenios, que han conducido el país “al borde del
precipicio”. Todo indica que continuará
la pretensión de identificar patria, revolución y socialismo, de manera que
todo aquel que tenga una idea diferente continuará siendo calificado como
agente de una potencia extranjera y en el mejor de los casos tratado como un ciudadano de tercera
clase. Habría que preguntarse si la
ejecutoria del Partido Comunista ha respondido realmente a concepciones socialistas, pues la práctica
seguida difiere totalmente de esa ideología en cuanto a temas cardinales. En
Cuba jamás ha existido una verdadera propiedad social o la distribución de la
riqueza de acuerdo con el aporte de los ciudadanos a la sociedad. Los
trabajadores han carecido hasta de reales sindicatos que protejan sus derechos,
mientras han sido el sector más explotado y menesteroso del país, con salarios
que el propio gobierno ha reconocido son insuficientes para vivir.
El Partido
Comunista fundado con posterioridad a 1959 ha sido un instrumento en manos de
un grupo de políticos deseosos de mantener el poder absoluto, fundamentalmente
de una persona, mientras la supuesta ideología marxista-leninista ha sido el
aderezo para encubrir una variante cubana del caudillismo latinoamericano. Este partido se ha basado en el clientelismo
y la obediencia ciega a las decisiones del líder. Si alguien ha osado emitir una opinión
distinta, ha sido castigado con saña, incluidos muchas personas engañadas
por los falsos propósitos esgrimidos. No
es un secreto para nadie, que una cantidad apreciable de oportunistas y
logreros, no ingresaron al Partido Comunista por motivos ideológicos, sino para
disfrutar de las “mieles del poder”, casi único camino a disposición de los
ciudadanos para progresar en Cuba; el camino de la prostitución personal, el
engaño, la doble moral y la mentira. Si
se revisa la lista de las personas de
medio y alto nivel arrestadas por corrupción en los últimos años, difícilmente
se encontrará alguien que no posea el carnet del partido, ya que este documento
es básico para poseer un cargo de dirección, con lo cual se creó un mecanismo
de promoción del oportunismo a gran escala.
Ahora parece que el
cambio será que no se requerirá ser militante del partido o la juventud
comunista para ocupar cargos de dirección en la administración central del
Estado, pero tendrán que asumir la política del partido -el mismo perro, pero
con distinto collar-, o sea una forma de
garantizar el clientelismo y la obediencia política a una organización fallida,
y como reconociera su actual primer secretario, Raúl Castro, en su Informe al VI Congreso, incapaz de cumplir los acuerdos tomados en
los distintos congresos.
Por otra parte, las
propuestas de cambios contempladas en el proyecto son absolutamente cosméticas, copiadas de las medidas tomadas hace muchos años por los partidos comunistas
de China y Viet Nam en lo referente a limitar a un máximo de dos períodos
consecutivos de cinco años el desempeño de los cargos políticos y estatales
fundamentales. Esto, por demás, en nada
perjudicará a la envejecida dirección histórica.
En estas
circunstancias sobran las preocupaciones expresadas por el presidente Raúl
Castro de que no debían hacerse demasiadas ilusiones sobre los resultados de la
Primera Conferencia del Partido Comunista,
expuestas a la prensa extranjera en la despedida al presidente de Irán,
en el aeropuerto Internacional José Marti, el pasado 11 de enero. La población e incluso amplios sectores de la
militancia del PCC están conscientes de que en esa ocasión no se darán los
pasos urgentemente necesitados por el país.
De manera que habrá que seguir soportando el infamante Artículo 5 de la
Constitución que proclama a la fallida organización como “vanguardia organizada
de la nación cubana…fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado que
organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la
construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”.
Si se pretende
rectificar los errores cometidos durante tantos años habría que eliminar
ese Artículo 5 de la Constitución, y
separar las funciones del partido de la gestión estatal. De lo contrario continuará el oportunismo y
la promoción de los logreros. También habrá que tener el coraje suficiente para
reconocer los errores cometidos y terminar con el monopolio político del PCC en
la sociedad cubana. Por otra parte,
mientras se habla de respetar el cuentapropismo, se trata de impedir el
progreso de quienes emplean su talento y esfuerzo para desarrollar sus
negocios, a través de impuestos y otros mecanismos.
El verdadero sector
de izquierda dentro del PCC podría tener un promisorio espacio político en la
Cuba del futuro. Pero para ello tendrá
que abandonar las concepciones totalitarias, y asumir la pluralidad y la tolerancia
en una sociedad libre, con una visión democrática, donde incluso pudiera
cooperar con otras corrientes políticas, como las de origen cristiano, que
tienen por objetivo favorecer el mejoramiento humano, la solidaridad y la
justicia social, como ha sucedido en Chile durante años de alianza entre
socialistas y democristianos, con resultados muy favorables para su pueblo. Es tiempo de rectificar
radicalmente el rumbo; retomar decididamente
el camino perdido hace tantos años hacia una Cuba sin exclusiones y
reconciliada: “con todos y para el bien de todos”.
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