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miércoles, 22 de agosto de 2012

Noria sociológica


Por Rosa María Rodríguez Torrado
Autora del blog La rosa descalza


Las personas solemos repetir acciones y estrategias que nos resultaron exitosas, ya sea en el orden individual o grupal. Incluso los gobiernos, como el cubano, a veces hacen gala de poca creatividad y no escapan a esa práctica facilista de reincidir y "echar mano" a tácticas usadas, y en ocasiones, abusadas. De tal forma, a través de los años, hemos sido testigos de cómo de campaña en campaña —uno de los sinónimos de este vocablo es misión, el que usa el gobierno chavista en Venezuela— nos robaron tiempo y recursos al país y a todo el pueblo. Con sus conocidas habilidades y control para "esparcir rumores" en la sociedad, nos hicieron y hacen creer todavía a una parte, lo que más conviene a sus intereses. Así dividieron a las familias, y como si la ruptura no fuera suficiente, vejaban y aún humillan a los que se quieren ir de Cuba. Recuerdo muchas de las promesas de cuando éramos niños, de las utopías triunfalistas que nunca se cumplieron, de esos Reyes Magos de justicia social que nunca vinieron. Nos atrofiaron la capacidad y el derecho de oponernos, de elegir entre varios partidos —o ninguno— y nos bloquearon las libertades.

Concibieron el cordón de La Habana como un cafetazo extraviado por el capricho y la improvisación. Le siguió la zafra de los 10 millones para mejorar la situación financiera de Cuba y volcaron a todo el país en ese empeño. Después, más y más proyectos fallidos, campañas —como una fuerte contienda electoral, pero con un solo candidato—, rumores, y a partir del agudizamiento de la crisis perpetua de 53 años —esa que llamaron eufemísticamente periodo especial—, crearon el programa de rectificación de errores y tendencias negativas para darles esperanza a las personas de buena voluntad. Con él usurparon más tiempo de gobierno dictatorial y tuvieron a sus cuadros y a la sociedad inmersos en ese nuevo programa. Después vino el perfeccionamiento empresarial, otra holgura de varios años sin cuestionamientos porque estaban trabajando en aras de mejorarlo todo; y resultó en más de lo mismo: otro periodo de maniobra mitológica, propaganda y superpolitización de 360 grados, que nos condujeron a ninguna parte. ¿Y qué pasó con la Revolución energética? ¿Por qué aún nos cortan a veces el servicio eléctrico?

Lo más triste es que todas esas engañosas tareas y planes que ofrecen a la sociedad no tienen plazos de cumplimiento. A diferencia de cualquier propuesta seria, no se establecen fechas o etapas para alcanzar determinado estadio de lo planificado en el proyecto. Y pasa el tiempo y nadie se pregunta —mucho menos públicamente— por los resultados del programa. Con el tiempo se pierde el ritmo de esos planes lisiados; entre la corrupción y la ineficiencia se desaceleran y se inventa un nuevo plan para restablecer el entusiasmo inicial, el proceso que como en un videojuego, da bonos de permanencia. Parece que no hubiera cronograma ni cronómetro para los disparates gestados por el liderazgo histórico cubano, a pesar de sus múltiples desaciertos y descalabros. Pareciera que esos esquemas reiterativos de manipulación, son las sondas sociológicas por las que continúan drenando sus fracasos, la noria de la que extraen el agua que les permite mantenerse a flote.

Cuando la salud le impidió al «eterno guía» continuar al frente del país y le cedió el puesto a su hermano, corrieron rumores de reformas raulistas que crearon expectativas en parte de la sociedad. Pero en los dos últimos años, el presidente heredero lo único que propone, a la usanza implantada, son los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución. Repite el viejo proceder de introducir el catéter demagógico que les garantizará su continuidad al frente de Cuba y el bienestar y posicionamiento real de sus familiares.

En febrero se cumplirán los primeros cinco años oficiales de la gestión en el gobierno de Raúl Castro y por los medios nacionales ya anuncian elecciones para el venidero octubre. ¿A quién elegirán? Como en las dictaduras la propuesta siempre es el continuismo, antes de la cita ya todos están seguros de los resultados: ¡no habrá sorpresas!

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