Por Miriam Leiva.
La Habana. Cuba.
La presidenta brasileña Dilma Rousseff, durante su visita a La Habana
del 30 de enero al 1 de febrero, declaró que la gran contribución que
Brasil puede dar a Cuba es ayudar en todo el proceso de actualización
económica. Con esa síntesis pretendió eludir las expectativas respecto
al abordaje de los derechos humanos con su anfitrión y las solicitudes
de disidentes.
Indudablemente, la “obra del siglo XXI” en Cuba es
el Puerto de Mariel, que en correspondencia con su magnitud y costo solo
podría acometerlo un gigante como Brasil. Sus mandatarios —Lula
primero, y Dilma ahora—, han otorgado créditos al quebrado Gobierno
cubano para su ejecución, al avizorar las perspectivas de recuperación
incrementadas por su posicionamiento ventajoso en la ruta del Canal de
Panamá ampliado, las futuras relaciones comerciales y el turismo con
Estados Unidos, y el inicio de industrias complementarias.
Simultáneamente, fomentan la recuperación de los campos azucareros con
la utilización experimental de cortadoras de caña y también se avanza en
el cultivo de la soya. Durante la pasada visita, la presidenta asistió a
la firma de acuerdos para la concesión de un crédito por 200 millones
de dólares para la adquisición de alimentos en Brasil, la colaboración
en biotecnología y otros temas no detallados aún.
La “obra del
siglo XX” fue la central termonuclear en Juraguá-Cienfuegos, cuyos
mogotes de hormigón super-armados quedaron como reminiscencia de la
megalomanía totalitaria; quizás la única huella de la Unión Soviética
que queda en pie. Paradójicamente, Raúl Castro recibió la presidencia y
la crisis económica, política y social al unísono, por lo que los
militares tienen como objetivo para la defensa de los 53 años de
“revolución” procurar soluciones civiles, de manera que no se renovarán
los obsoletos armamentos soviéticos para la guerra contra el
imperialismo, sino que los existentes se continuarán aceitando y se
mantendrán los fuertes gastos en las técnicas de inteligencia y tropas
especiales para la eventual represión al pueblo.
La expectativa de
que la Señora Russeff se involucrara públicamente en las cuestiones de
derechos humanos en Cuba posiblemente ha seguido una lógica errática.
Vislumbrar que por haber sido una mujer torturada y prisionera política
se involucraría en la situación de los presos y los disidentes cubanos
ha constituido un espejismo. Posiblemente en aquella etapa juvenil, la
militante comunista estuvo muy vinculada al fomento de las guerrillas
desde La Habana, y su héroe fue Fidel Castro, a quien se sintió feliz de
visitar este enero. La suya fue una lucha contra la dictadura dura,
hace muchos años. Brasil obtuvo la democracia y aquellos jóvenes, como
el mismo dirigente sindical Lula, pudieron llegar a la cima nacional en
la que tienen la oportunidad de luchar con igual ahínco, pero para
consolidar al coloso de América Latina como país emergente a nivel
mundial, nada menos que en la época de la mayor crisis económica mundial
en alrededor de 70 años.
No puede entretenerse en asuntos de
derechos humanos un BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Muy
probablemente cuando los altos mandatarios rusos y chinos han visitado
Cuba, a nadie se le ocurrió pedir su mediación en esos temas. Dilma
Russeff debe haber estado pensando también en sus homólogos, al
contestar a los periodistas en La Habana que había “que hablar de los
derechos humanos en todos los lugares, pero de forma multilateral”. Sí,
en un contexto tan amplio en que todos los flagrantes violadores se
puedan apañar unos a otros, como la Conferencia de Ginebra. Se involucró
al señalar que “todos tenemos el techo de vidrio”, pero su caro
sacrificio fue en vano, pues ella ha dado muestras de priorizar el
bienestar del pueblo brasileño y el continuo progreso de su país. En
Brasil actualmente no hay una política gubernamental dictada para
reprimir arbitrariamente como en Cuba.
Sin embargo, por obra de la
biología humana y la crisis multifacética, en Cuba desde hace seis años
comenzó un proceso sin retorno, en el que pugnan las fuerzas del pasado
por impedir el cambio, con las emergentes que están entrampadas en sus
dogmas, el apego al poder, el temor y el desconocimiento. Es esa cruenta
etapa, en que “Cuba debe abrirse a los cubanos y al mundo, y el mundo a
Cuba”… pero sin olvidar a los cubanos. Habría que analizar si en ese
derrotero están los esfuerzos de los dignatarios brasileños, más allá de
las influencias nostálgicas y los compromisos con la revolución cubana,
que feneció hace muchísimo tiempo, más allá de los intereses meramente
político-económicos del gigante.
Pudiera enmarcarse en la
estrategia de los mandatarios de la región para eliminar el aislamiento
del Gobierno cubano con el objetivo de adentrarlo en la realidad del
siglo XXI. Eso comenzó a cuajar con el levantamiento de la suspensión en
la Organización de Estados Americanos (OEA), y la incorporación a los
mecanismos de integración de la región, que culminó con la creación de
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en diciembre de
2011, bajo el criterio de “unidad en la diversidad”. Fue
inteligentemente auspiciada desde Brasilia para diluir la influencia del
bloque ALBA bajo la batuta confrontacional de Hugo Chávez, así como
fomentar el progreso socio-económico-comercial, y la buena vecindad,
como el acercamiento de Colombia-Venezuela y Colombia-Ecuador, y con una
presidencia pro tempore y la sorprendente troika de
Venezuela-Chile-Cuba.
Mientras tanto, entre la población cubana
crece la pérdida de credibilidad del Gobierno por las promesas
incumplidas, las lentas y recortadas reformas, el mantenimiento de
prohibiciones absurdas, el inmovilismo y los dogmas del Partido
Comunista, acuñados nuevamente en su Primera Conferencia efectuada los
día 28 y 29 de enero. Es tiempo de que se apresuren los cambios
económicos y se transite en la apertura a los cubanos, para que no
tengamos una réplica de Tiananmen. Lamentablemente, las evasivas
declaraciones de la presidenta Vilma sobre derechos humanos durante su
reciente visita han respaldado la actuación represiva del Gobierno,
patente en la cita de sus palabras en el periódico Granma, el 1
de febrero. No obstante, ojalá que tenga éxito en contribuir al
verdadero auge económico soberano, no para reforzar el poder de una
cúpula, sino en beneficio de Cuba, con la participación libre de los
cubanos.
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