Por: Carlos Alberto Montaner
(FIRMAS PRESS)
María Corina Machado le ha escrito una carta abierta a Fidel Castro
que ha estremecido el ciberespacio. Debo haberla recibido trescientas
veces desde que comenzó a circular por Internet. No tiene desperdicio.
María Corina es una atractiva ingeniera venezolana
de 45 años, experta en cuestiones empresariales, diputada antichavista,
madre de tres hijos y candidata a encabezar a los demócratas de su
país en las elecciones primarias del 12 de febrero próximo, fecha en que
la oposición elegirá entre cinco políticos a la figura unitaria que
deberá enfrentarse a Chávez (si está vivo en esa fecha) en los comicios
del 7 de octubre próximo.
Recientemente, la señora Machado adquirió notoriedad internacional cuando interrumpió y respondió contundentemente
al maratónico discurso del presidente Chávez ante la asamblea
legislativa. No obstante, Henrique Capriles Radonski, gobernador de
Miranda, se mantiene al frente en todas las encuestas que he visto,
seguido de cerca por Pablo Pérez, joven gobernador de Zulia.
A propósito de la intervención de la diputada, Fidel
Castro, en uno de los textos que suele publicar bajo el título de
“Reflexiones”, entró en el debate venezolano atacando a María Corina y
defendiendo a su discípulo Chávez de la acusación de “ladrón”, tarea
imposible, dado el grado de corrupción e impunidad que se observa en el
país.
Según Transparency International, la organización que mide los niveles de corrupción en el sector público mundial, en el ranking de
los 176 países escrutados, Venezuela ocupa el 164. Es el país más
podrido de América Latina. Más, incluso, que Haití (146), la segunda
nación más corrupta de la región. Dato que le da la razón a la diputada
y compromete la honra del presidente Chávez: si no lo impide, es
porque ésa sería su ilegal forma de ejercer el poder, o, si no lo
persigue, porque no está enterado, en ambas situaciones se demostraría
que no debe seguir al frente del país.
En todo caso, el entusiasmo de los venezolanos por
la carta de la diputada a Fidel Castro no es por lo que ella le dijo a
Chávez, sino por lo que les dice “a los cubanos”. María Corina le
reprocha al Comandante los ciento diez mil barriles diarios de petróleo
que su país le entrega a Cuba sin esperanzas de cobro. Le recuerda las
numerosas operaciones fraudulentas de ventas internacionales a
Venezuela trianguladas a través de La Habana sin otro objeto que el de
engordar las arcas cubanas a costa del sacrificio de los trabajadores
venezolanos. Condena la grosera injerencia de la policía política y el
ejército de la Isla en su rica colonia sudamericana, pero le advierte a
Fidel Castro que no debe olvidar cómo, en el pasado, cuando el régimen
cubano infiltró guerrillas y saboteadores en el país, los gobiernos
democráticos de entonces y las Fuerzas Armadas Nacionales derrotaron
totalmente esos intentos subversivos, algo que volverá a suceder en el
futuro.
La popular acogida a la carta de la diputada
demuestra la profunda molestia de los venezolanos con el tipo de
relación metrópoli-colonia establecida entre Cuba y Venezuela por
decisión de Hugo Chávez, incluso contra el criterio de muchos chavistas
que ven esos vínculos como un hecho humillante e inexplicable.
Es la primera vez en la historia que una nación más
rica, poderosa, grande, poblada, desarrollada y educada, se subordina
voluntariamente a las órdenes e intereses de otra más pobre, marginal y
fracasada que la explota inicuamente.
Y ésta no es una percepción política de la
oposición, sino un lógico sentimiento popular expresado de múltiples
maneras. En YouTube existe, para cualquiera que desee verlo, un video amateur recientemente
filmado en el aeropuerto de Maiquetía (Caracas), que refleja ese
profundo sentimiento anticubano germinado en el corazón de los
venezolanos.
Se trata del colérico recibimiento a una nutrida
delegación cubana que llegaba a Venezuela vistiendo camisetas con el
rostro del Che Guevara. De pronto, espontáneamente, primero unos pocos,
luego decenas, más tarde centenares, empleados, viajeros y
acompañantes, los venezolanos comenzaron a gritar ¡Fuera¡ ¡Fuera¡
¡Fuera¡ ante la perplejidad de unos cubanos que no sabían que los
recibirían a gritos, con la furia que muestran los siervos ante los
amos cuando llega el momento de la liberación.
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